30 de agosto de 2024

Película "El Regreso de los 7 Magníficos" - Agost - Alicante - España


Cartel Película "El Regreso de los 7 Magníficos" - Agost - Alicante - España


Cartel Película "El Regreso de los 7 Magníficos" - Agost - Alicante - España


Revista "Blanco y Negro" 12 de Marzo de 1966


Pequeño Cartel promocional que se ponía a la entrada de las salas de cine
 Película "El Regreso de los 7 Magníficos" - Agost - Alicante - España


Decorados en el pueblo de Agost, para la película  "El Regreso de los 7 Magníficos" - Agost - Alicante - España


Decorados en el pueblo de Agost, para la película  "El Regreso de los 7 Magníficos" - Agost - Alicante - España












Yul Brynner

(Vladivostok, 1915 - Nueva York, 1985) Actor de cine estadounidense de origen ruso. Recibió su gran oportunidad en 1951 con el papel del rey en el musical de Broadway The King and I, interpretación por la que obtuvo innumerables premios y el elogio unánime de la crítica. Tras realizar 1.246 funciones de este espectáculo, partió a Hollywood, donde repitió el éxito en la versión cinematográfica (El rey y yo, 1956), que le valió el Oscar al mejor actor. Como la característica física más visible del personaje que le había dado popularidad era la cabeza rapada, Brynner hizo suya a partir de entonces, y definitivamente, esa imagen; fue su seña de identidad en las muchas películas que lo tuvieron como estrella, filmes de irregular calidad en los que el actor interpretó personajes dotados de un misterioso magnetismo.

La vida y orígenes de Yul Brynner permanecieron siempre bajo un halo de misterio que él mismo se encargó de alimentar. Cuando no decía que era un medio suizo y medio japonés que se llamaba Taidje Khan y que había nacido en la isla de Sakhalin, en Siberia, declaraba que su madre era una gitana rumana y que pertenecía a la saga de los Pitoêff. Lo cierto es que, gracias a su biografía, publicada por su hijo Yul Rock Brynner II en 1989, se supo que era hijo de Boris Bryner, un ingeniero e inventor suizo de origen mongol, y de Marousia Blagavidova, la hija de un doctor ruso. Aunque se le llamó Jules en honor a su abuelo, él muy pronto adoptó el diminutivo de Yul, con el que se haría famoso.

Cuando su padre abandonó repentinamente a la familia, su madre se llevó a Yul y a su hermana Vera a Harbin, China, donde cursó sus primeros estudios. En 1934, la familia se desplazó a París y Yul fue inscrito en un instituto de alta categoría, el Lycée Moncelle, al que asistía poco. Finalmente, dejó los estudios para dedicarse a la música, tocando la guitarra entre gitanos rusos por los nightclubs de París, donde conoció a personalidades como el poeta y cineasta Jean Cocteau. Consiguió entrar como aprendiz en el Teatro de los Mathurins, en París, donde se inició primero como tramoyista y luego como actor.

Debido a sus fantásticas dotes físicas, llegó a trabajar como trapecista en el célebre Circo de Hiver. En 1941, tras un serio accidente que echó a perder su carrera de acróbata, viajó a Estados Unidos para estudiar Arte Dramático con el profesor Michael Chekhov, con cuya compañía (la Chekhov's Theatrical) dio la vuelta al país, representando diferentes obras. Ese mismo año, con el nombre artístico de Youl Bryner, debutó en Nueva York con la obra Twelfth Night, lo que le habilitó para ser contratado en varias de las primeras series de televisión de aquellos experimentales años.



 




Cuando Yul Brynner cabalgaba por Agost

Se cumplen 50 años del rodaje internacional en la sierra de La Murta de «El regreso de los siete magníficos»

Victoria Mora / 16·05·16

Los mayores todavía recuerdan cómo por las calles del pueblo se paseaba muchas tardes montado en un imponente caballo negro el actor de cine americano Yul Brynner. Fueron dos meses de 1966 que los agostenses más mayores no olvidarán. Agost se convertía en un pueblo Mejicano del siglo XIX y su árida sierra el paisaje perfecto para rodar la secuela de un western de éxito Los siete magníficos cuya banda sonora es sinónimo de películas del Oeste que tanto éxito tenían en la época. Para los agostense el rodaje de El regreso de los siete magníficos fue todo un acontecimiento y se convirtió en noticia nacional. Agost recuerda ahora los cincuenta años de su incursión para siempre en el mundo del cine. Un pequeño pueblo de la provincia de Alicante se convertía en escenario de una película de vaqueros para la que trabajó casi todo el pueblo directa o indirectamente y cuyo plantel de actores era internacional y el idioma de trabajo el inglés. La tradición cerámica de Agost hizo el resto, allí se construyeron los ladrillos para las casas rellenos de paja que encantó al director americano Burt Kennedy por lo bien que estallaban. Los escenarios montañosos y áridos de la sierra de La Murta siguen exactamente como los reflejó la película, pero no queda ni rastro de los dos poblados construidos. El pueblo se benefició de un rodaje que aunque más modesto que la película que le precedía, dio trabajo y prosperidad.

Muchos vecinos se convirtieron en extras de la película, todo aquel que tenía un carro acabó trabajando en ella y la joven Encarnación Montoya fue elegida como doble de la actriz principal, Elisa Montes, para rodar las escenas más complicadas. Trabajaba en una fábrica de ladrillos y seleccionaron también a varias compañeras como extras. Para ella, que entonces contaba con 18 años, fue una experiencia «muy bonita que se acabo demasiado pronto». Participó en las escenas que podían comportar más dificultad para la actriz principal como ir en mula o subir una montaña y durante el tiempo que trabajó en la película la recogían todos los días para ir al rodaje donde comía en el mismo lugar que los actores.

De aquel rodaje no se le olvidará nunca que se cayó sobre el niño que llevaba en los brazos cuando la mula en la que iba subida sin montura aceleró el paso y los tiró al suelo. El niño era gitano, como muchos de los extras que participaron en la película que llegaron desde Madrid y que luego se afincaron en Alicante. «Empezaron a salir gitanos a ver qué le había pasado al chiquillo y yo no paraba de llorar y allí vino todo el mundo de la película a consolarme, el director, los actores...». Lo único que conserva del rodaje es una foto tomada precisamente unos minutos antes de caerse de la mula y que le mandó tiempo después de terminarse la película «un muchacho del rodaje» del que no ha olvidado el nombre. Cincuenta años después, aún recuerda con cariño a quienes trabajaban en la cinta y lo lejos que su vida y la de ellos quedaba. «Se sorprendían de que yo trabajara en una fábrica», recuerda ella también extrañada de que les impactara.

Para José Manuel Ivorra, El regreso de los siete magníficos le dio a su padre mucho trabajo. Era ceramista y al tener un horno pequeño supo adaptarse a las necesidades de material que tenía la película. Hizo numerosas piezas, tinajas, vasijas, cántaros, lebrillos para las escenas y para el consumo diario, como los botijos con los que se refrescaban durante el rodaje. «No eran cicateros, pagaban lo que les pedías. Mi padre dobló el precio de las cosas y lo pagaron sin rechistar», recuerda. De su taller salió una campana de barro que daba el pego como si fuera real porque la pintaron de cobre y sonaba falsamente metálica al recibir un disparo. Y «al final de la película sale la fuente que hizo mi padre». Recuerda que «iba todo el mundo a ver el rodaje» y que de Madrid llegaron los extras que rodaban las escenas a caballo. El alfarero mira los escenarios donde se rodó la película y pone imaginariamente lo que había en ellos, recuerda perfectamente dónde estaban los poblados de los que ahora sólo quedan pitas y las chumberas americanas que plantaron. Hoy sólo el paisaje y estas plantas se conserva. Él acudía al rodaje a llevar el material y lo que más le impresionó fue ver cómo para simular escenas nocturnas se colocaba un filtro, y el haber visto al actor español Fernando Rey que iba vestido de cura.

El Ayuntamiento de Agost quiere celebrar el medio siglo del rodaje y prepara para el último fin de semana de julio actividades. Tienen la intención de hacer una Feria del Oeste y una Ruta de los siete magníficos con paseos en carro por los escenarios de la película, que también se proyectará. Toñi López, responsable de la Agencia de Desarrollo Local, explica que se está preparando un concierto en el que la mítica banda sonora será la protagonista. La Agencia ha contactado con el crítico de cine Antonio Dopazo y con el cinéfilo y director del Festival de Cine de Elche Paco Huesca con la idea de hacer una exposición ya que entre la colección de Huesca hay carteles de la película, fotocromos a color de las escenas y hasta un autógrafo de Yul Brynner. La Agencia hace un llamamiento a todos los vecinos que tengan material de la película para que se pongan en contacto con ellos para ampliar la muestra con todo lo que aún se conserva. Entre el material recopilado cuentan con una fotografía autografiada por el protagonista a Salvador Molina cedida por el Archivo Municipal de Agost.

Ha sobrevivido al paso de los cincuenta años un cartel que indicaba cómo llegar al rodaje. Lo conserva Delfina Marco en cuya bodega se rodó durante dos semanas la escena de la pelea de gallos. A sus 84 años, Delfina reconoce que la barrera del idioma le hizo tener poco interés por lo que pasaba en su casa. Recuerda perfectamente que a Yul Brynner le encantaron las almendras fritas que le ofrecían. El escenario ya no tiene nada que ver, «lo llenaron de toneles, de telarañas, pusieron escaleras y puertas de decorado que no llegaban a ningún sitio. Aquí se maquillaban y se cambiaban, pero yo no entendía su idioma», cuenta. «Ellos iban a lo suyo y cuando terminaban se metían en sus caravanas. Comían y dormían fuera, en Alicante», recuerda la propietaria. El rodaje ha marcado para siempre Agost como escenario de una película del oeste americano, llevó prosperidad al pueblo y dejó también 66.000 pesetas que ayudaron a construir el Colegio de La Milagrosa.

https://www.informacion.es/




No hay comentarios:

Publicar un comentario