Capitán Archibal Dickson
El Stanbrook fue
un buque carbonero británico, de 1.383 toneladas, de
dimensiones 230,1 × 34 pies (70,1 × 10,4 m) y una velocidad máxima
de 12 nudos, y con capacidad para 24 tripulantes, que efectuó
la última evacuación de refugiados republicanos del
puerto de Alicante el 28 de marzo de 1939, cuatro días
antes del final de la Guerra Civil Española. Horas más tarde
de que lo hiciera el Stanbrook zarpó el Marítima, un
buque el triple de grande, pero sin que se sepa por qué sólo llevó
a bordo a treinta personas, líderes socialistas y sus familias, lo
que suscitó una gran polémica en la Federación Socialista de Orán,
el destino de los dos barcos. En Alicante quedaron más de 15.000
refugiados atrapados en el puerto. Fueron conducidos por los soldados
de la División Littorio, una unidad militar italiana que
reforzaba a las tropas franquistas, al campo de
concentración de Los Almendros, y más tarde al campo de
concentración de Albatera.
Con el número 124287 fue
construido en 1909 por la Tyne Iron Shipbuilding Co Ltd, en los
astilleros de Willington, para la compañía Fisher Renwick
Manchester-London Stamers, que lo denonimó Lancer. En 1937 fue
comprado por la Stanhope Steamship Co, y renombrado como Stanbrook.
Ese mismo año se llevó a cabo otra operación comercial, donde
acabó en manos de la naviera griega G.M. Mavroleon, que lo cambió
el nombre por el de Polyfloisvios, aunque finalmente regresó a
sus anteriores dueños, que le devolvieron el de Stanbrook.
Quedó bajo el mando del capitán Archibald Dickson.
El Stanbrook tuvo un final
trágico sólo seis meses después de haber llevado a los refugiados
republicanos a Orán, al ser hundido en el mar del Norte, por el
torpedo de un submarino alemán -capitaneado por Claus Korth, que ya
había mandado otros submarinos que habían hundido barcos
republicanos-. El capitán Dickson murió en el hundimiento. En
los campos de concentración de Argelia, a donde
habían sido conducidos la mayor parte de los refugiados
del Stanbrook, se guardó un minuto de silencio en su memoria.
En marzo de 1939 el puerto
de Alicante se encontraba bloqueado por la armada del
general Franco y aviones de la Alemania nazi, lo que
convirtió en tarea casi imposible la llegada de los barcos
contratados por el gobierno de la Segunda República para
evacuar a los miles de refugiados hacinados en el puerto. La amenaza
de hundimiento provocó que la gran mayoría de navieras incumpliera
sus acuerdos, ya pagados, y desistiese de acercarse a aguas
españolas.
El 28 de marzo de 1939 el Stanbrook se
hallaba fondeado en el puerto de Alicante esperando cargar naranjas y
azafrán. El capitán del barco, el galés Archibald Dickson al
ver a los miles de refugiados que había en el puerto, desafió la
orden que había recibido del propietario del carguero Jack Billmeir
de no evacuar civiles y acogió a todos los que cupieran a bordo. Uno
de los pasajeros, Antonio Vilanova, funcionario de aduanas que
más tarde escribiría en México Los olvidados, una obra sobre
los refugiados republicanos, relató en una carta a un amigo cómo se
produjo el embarque.
En la mente de todos
había sensación de fuga, derrota, hundimiento moral. Cuando
llegamos al barco, éramos recibidos entre las protestas de los
pasajeros que ya estaban allí. Conforme subíamos, unos se
acomodaban en la cubierta, otros en la bodega o en las sentinas.
Faltaba sitio, pero seguía entrando gente.
Helia González, entonces una niña de
cuatro años cuya familia republicana había ido a Alicante
desde Elche, cuenta su experiencia:
Llegamos al puerto en tren desde Elche; una vez allí, una cola larguísima nos separaba de un barco que me pareció enorme con un nombre extraño y mucha gente. Nosotros, como todos los demás, temíamos no poder alcanzar la pasarela que nos permitía llegar a él.
Al fin llegamos al barco. Unos brazos vigorosos me levantaron. Vi una cara sonriente, una gorra de marino y me dio un beso en la mejilla. No dijo una sola palabra, pero ese abrazo, esa mirada, prometían algo bueno... era él, Dickson y ya no había peligro.
El capitán Dickson contó en una carta
al Sunday Dispatch publicada el 4 de abril las razones por
las que había tomado la decisión de socorrer a los refugiados y a
continuación describió lo que vio allí.
Entre los refugiados
había todo tipo de clases de gente, algunos aparentaban ser
extremadamente pobres y parecían consumidos por el hambre y mal
vestidos, con una variedad de atuendos que iban desde monos hasta
viejas y desgastadas piezas de uniformes e incluso mantas y otros
peculiares trozos de tela. Había también algunas personas, mujeres
y hombres, con una buena apariencia y que asumí eran mujeres y
parientes de funcionarios. Algunos de los refugiados parecían llevar
consigo todas sus posesiones terrenales cargadas en maletas; bolsas
de todas las descripciones, algunas atadas en grandes pañuelos y
unos pocos con maletas.
El Stanbrook zarpó
al atardecer del 28 de marzo con 2.638 personas a bordo y sorteando
los proyectiles lanzados por el crucero franquista Canarias que
bloqueaba el puerto de Alicante. Para eludirlo el capitán Dickson
puso rumbo a Orán, en la costa de Argelia.1 Como el número de
pasajeros que llevaba excedía con creces su capacidad navegó
escorado, por debajo de la línea de flotación.
Helia González
recuerda el viaje
Recuerdo una cubierta abarrotada, con
el cielo oscuro sobre nuestras cabezas. Llovió esa noche, no
demasiado, pero hacía frío. Papá me dijo que cuidara de mi
hermanita. Mamá compartió con una familia malagueña, un matrimonio
y un niño de mi edad una tortilla de un huevo y dos patatas con un
poco de grasa
Después
de 22 horas de travesía –durante la cual el capitán Dickson,
según contó él mismo, suministró «a los refugiados más débiles
un poco de café y un poco de comida»–el Stanbrook llegó
al puerto de Mazalquivir cerca de Orán. Cuando supieron de
la llegada del barco, residentes españoles en Orán les llevaron en
barcas alimentos y medicinas. Dos días después –gracias a las
gestiones del capitán Dickson– las autoridades coloniales
francesas dejaron desembarcar a las mujeres y a los niños, siendo
acogidos en la antigua prisión del Cardenal Cisneros –«nos
trasladaron a un lugar para ducharnos y desinfectarnos; no fue un
buen recuerdo, era un lugar oscuro, húmedo y frío, y unos hombres
nos vigilaban incluso a las mujeres desnudas», recuerda Helia
González–.Los hombres –unos 1500–2 tardaron un mes en
hacerlo por decisión de la administración francesa, desconociéndose
la razón de la cuarentena. Antonio Vilanova recuerda: «salimos
llenos de miseria. Allí conocí por primera vez los trimotores,
piojos de un tamaño monstruoso». Fueron conducidos a un centro de
alojamiento donde los ducharon, los vacunaron y les dieron
alimentos.Conforme iban bajando del barco fueron registrados por
miedo a que llevasen encima armas de fuego.
La mayor parte de los refugiados
del Stanbrook fueron conducidos al campo de
concentración de Boghari en el interior del Sáhara,
bajo la custodia de fusileros senegaleses. Allí no fueron muy
bien tratados. Uno de los refugiados, que logró huir a Francia con
su hermano y luego a México, escribió en su diario: «Un español
que está en la letrina es maltratado por un guardia que sin motivo
le golpea con el fusil. Otros acuden y le patean. El pobre pide
auxilio. Acuden varios españoles recibidos con bayonetas y obligados
a huir. Allí se quedó». Uno de los castigos a los que les sometían
los guardias era el tombeau: el recluido cavaba su propia tumba
y se recostaba en ella; sólo podía salir dos veces al día para
hacer sus necesidades. «¡Fusiláis poco, pero matáis lentamente»,
escribió otro refugiado, piloto de caza republicano.
Según recuerda la entonces una niña
Helia González, «los españoles no fueron liberados de los campos
de trabajo, donde eran tratados como mano de obra gratuita para
construir el Transahariano hasta casi al final de la
contienda; a nadie le interesaba, ni a los franceses ni a los
aliados, dejar libres a aquellos indeseables españoles».
La gesta heroica del Stanbrook ha
quedado perpetuada en Alicante con la rotulación de una calle
dedicada al buque inglés.
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