Ermita del Calvario - San Juan - Alicante - España
año 2017
Durante el siglo XIX, el paso de las tropas
francesas por la provincia dejó numerosas cicatrices, tanto en
nuestra geografía física como en nuestro sustrato emocional.
Constancia de ello deja la placa emplazada en el interior de la
ermita Calvari, cuyo texto en valenciano recuerda los nombres de los
29 vecinos de Sant Joan d’Alacant, asesinados por las tropas
napoleónicas el 21 de abril de 1812, durante la Guerra de la
Independencia. Aquel episodio también terminó con el saqueo de la
edificación y la pérdida de imágenes de gran valor.
Pero la ermita también sufrió su calvario durante
la Guerra Civil española. En 1936 fue asaltada, se quemaron sus
puertas y desaparecieron los casetones del vía crucis.
Afortunadamente, antes del ataque, los propietarios de la ermita
rescataron las imágenes del interior, llevándolas a un lugar seguro
del cementerio. Una vez terminó la guerra, la ermita fue reparada y
se reconstruyeron los casetones.
En la década de los sesenta la ermita atravesó por
un periodo de abandono que culminó con un fuerte deterioro del
inmueble y la desaparición de los casetones del vía crucis, pero
finalmente en el año 2007 el ayuntamiento procedió a su
restauración. Durante aquellas obras se encontró un proyectil de
plomo que data de la Guerra de la Independencia. Finalmente la ermita
se inauguró en 2009. En el año 2012 se colocó la placa en memoria
de los santjoaners asesinados por las tropas napoleónicas en 1812.
El conjunto monumental presente en el monte
Calvari, con sus ermitas, aljibes, balsas de riego, sus vistas a los
hitos geográficos alicantinos, el cementerio y la torre de defensa,
constituye uno de los focos de atracción más importantes de Sant
Joan d’Alacant
http://www.turismosantjoan.es/ermita-calvari/
Imágenes La Ermita del Calvario en estado de abandono y en proceso de rehabilitación
Vista del Cementerio Municipal de San Juan desde la Ermita del Calvario
San Juan - Alicante - España
Antigua cúpula de la Capilla del Cementerio de San Juan - Alicante - España
El primitivo cementerio
de Sant Joan estuvo siempre situado junto a la iglesia. En el siglo
XIX se trasladó a su actual emplazamiento en la partida de La Coix,
a los pies del monte Calvari, sin que sepamos la fecha exacta de este
hecho, si bien sabemos que en 1885 se realizaron importantes obras en
el cementerio. La última reforma tuvo lugar a principios de este
siglo, incluyendo en el perímetro uno de los antiguos aljibes que
había en la faldas del Calvario. Aún se pueden contemplar
interesantes panteones de finales del siglo XIX y principios del XX.
El ritual funerario actual es muy simplificado, pero
hasta no hace mucho tiempo era muy tradicional con raíces muy
antiguas. Según la posición económica del difunto la celebración
sería distinta, reflejándose especialmente en el cortejo fúnebre
presidido por una artística carroza decorada con terciopelos con
flecos y bordones dorados y tirada por caballos empenachados y
engualdrapados en la que se depositaba el féretro. Existía un dicho
popular que decía: ‘quant més rics, més animals’, que resumía
con un tono satírico la diferenciación social de los fallecidos
según el número de caballos que tiraban de la carroza fúnebre.
Aquel desfile lo abría la cruz y detrás de él participaban el
clero y el pueblo, efectuándose tres paradas en el recorrido.
También podían incluso participar lacayos con espadas y libreas
sobre sus hombros escoltando la carroza.
Sin embargo, en la mayoría de los casos los
entierros eran de gente humilde y por tanto muy sencilla. Cuando
moría alguien se preparaba en una estancia de la casa el velatorio
con el ‘cuerpo presente’ mientras las campanas comenzaban a
anunciar al pueblo el deceso. El fallecido era velado noche y día en
la casa a la que asistían familiares, amigos y curiosos, hasta el
momento de su traslado a la iglesia para el funeral, cuando acudían
los sacerdotes que iniciaban el responso. Desde allí marchaban los
hombres hacia la iglesia portando el féretro, mientras que las
mujeres permanecían en la casa iniciándose los rezos que podían
durar varios días. Tras la ceremonia fúnebre, se volvía a
organizar el cortejo desde la iglesia hasta la finca
La Concepción, donde se deshacía la comitiva y los asistentes
despedían a los familiares del difunto con el pésame. Desde allí,
quienes lo deseaban continuaban hasta el cementerio donde el difunto
era inhumado.
Caso curioso representa
la liturgia de los ‘mortitxolets’, ‘albaets’ o niños
fallecidos. Era una celebración triste que sin embargo, revestía de
un ritual festivo al tratar de simbolizarse la muerte de los pequeños
en pureza e inocencia y su paso directo al cielo, supuesto motivo de
alegría. En el siglo XIX especialmente, y parte del XX se generalizó
este tipo de celebraciones que incluían danzas y banquetes en torno
a la vela y entierro de los niños, y el funeral en la iglesia seguía
una liturgia de gozo en acción de gracias. Cuando el cortejo fúnebre
llegaba a la salida del pueblo camino del cementerio, la fórmula
típica en Sant Joan d’Alacant para dar el pésame era: ‘Sea
enhorabuena’, a modo de felicitación por el ascenso del alma del
niño o niña al cielo, aunque pueda sonar a guasa y sarcasmo.
¿Sabías qué…?
En Sant Joan d’Alacant coincidiendo con la fiesta
de Todos Santos y fieles difuntos se celebró hasta los
años sesenta el ‘Quixalet’. Consistía en un almuerzo para los
monaguillos y campaneros para reponer fuerzas del largo trabajo que
suponía permanecer durante horas en el campanario y tocar los
numerosos toques de difuntos y almas que se sucedían esos días.
Como muestra, el día 1 de noviembre los toques
transcurrían desde las cinco de la tarde hasta últimas horas del
día, y el día 2, dedicado a las Almas, desde las cuatro de la
mañana, cuando comenzaban las misas. Los alimentos o el dinero con
el que se adquiría la comida de este ágape procedían de la
donación de los vecinos. A tal efecto, unos días antes del
’Quixalet’, los monaguillos recorrían las calles y fincas del
pueblo revestidos con sotana y roquete portando capazos y una campana
que hacían sonar al llegar para avisar a los habitantes de la casa
de que iban a recolectar para el ‘Quixalet’. El resultado final
era una espléndida y suculenta cena en ‘el cuarto vell’ de la
iglesia el día 1, al que seguía un almuerzo similar el día
siguiente, refrigerios en los que nunca faltaban chuletas,
longanizas, morcillas y tomate frito regado con un buen vino, a los
que sucedían los postres con frutas y membrillos. En teoría las
donaciones de los vecinos eran una especie de pago a los campaneros y
ayudantes por su servicio al hacer sonar las campanas y así recordar
a los difuntos y recordar a todos la obligación de rezar e ir a misa
estos días.
En la iglesia se celebraba la liturgia propia de los
difuntos con la Novena de Almas. En el altar mayor de la parroquia se
colocaba un túmulo funerario de cuatro pisos con telas negras en las
que aparecían bordados alusivos a la muerte con calaveras y
esqueletos con guadañas, relojes de arena o frases mortuorias. Aquel
macabro armatoste que superaba los 7 metros de altura estaba además
iluminado con antorchas, puesto que el templo permanecía en
penumbra, mientras se entonaban cantos fúnebres y las campanas
tañían los toques de difuntos. Remataba el túmulo una gran cruz
blanca. Era un recurso perfecto para atemorizar a cualquiera, a lo
que hay que unir las fechorías de los bromistas, niños
especialmente, que se escondían bajo las telas y hacían sonidos de
ultratumba o movían los esqueletos. En la actualidad, estos rituales
han desaparecido de la celebración.
http://www.turismosantjoan.es
En la cumbre del monte
Calvari, presidiendo el paraje de Coix, se encuentra esta pequeña
ermita del siglo XVIII. Con planta de cruz griega coronada por una
cúpula, la ermita era el final de un vía crucis. Esta edificación
ha sido testigo de sangrientas contiendas bélicas, como la Guerra de
la Independencia y la Guerra Civil española. La ermita ha atravesado
cíclicamente por periodos de esplendor y decadencia. Su última
restauración data del año 2007
Catholic Television
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