28 de julio de 2023

Manuel Campello Esclápez y La Dama de Elche - Alicante - España

 






La Dama de Elche es una escultura íbera realizada en piedra caliza entre los siglos v y iv a. C.. Se trata de un busto que representa una dama, ricamente ataviada, cuyo rostro muestra unas facciones muy perfectas. En la cabeza lleva un tocado compuesto por una tiara cubierta por un velo, una diadema sobre la frente y, en los laterales, dos rodetes que enmarcan el rostro y en los que iría recogido el peinado.​

La espalda y los hombros aparecen cubiertos con un manto que, en su parte frontal, deja al descubierto tres collares con anforillas y porta-amuletos, pendientes de placas e ínfulas a los lados del rostro y una fíbula que cierra la túnica. En la parte posterior posee una oquedad que sugiere su posible uso como urna funeraria. Originalmente estuvo policromada y con los ojos rellenos de pasta vítrea.​

La pieza fue hallada casualmente en 1897 en el yacimiento de La Alcudia (Elche, Alicante) y, tras el interés mostrado por el hispanista francés Pierre Paris, fue comprada por el Museo del Louvre. En 1941, fruto de un intercambio de obras de arte entre España y Francia, regresó junto con otras obras y se depositó en el Museo del Prado, y en 1971 pasó a formar parte de los fondos del Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid.

Hallazgo y venta

El 4 de agosto de 1897, en la loma de La Alcudia, Elche, se estaban llevando a cabo una serie de labores agrícolas. Durante un descanso de los jornaleros, el joven Manuel Campello Esclápez, que ayudaba a su familia en las tareas, cogió un pico y empezó a trabajar.​ Al poco rato se topó con una piedra que, al sacarla, resultó ser el rostro de una figura; avisó al resto de compañeros y uno de ellos, Antonio Maciá, terminó de extraerla. La escultura estaba asentada sobre una base de losas de piedra, por delante estaba cubierto de tierra mientras que la espalda y los laterales estaban protegidos por losas. Esta versión, desconocida hasta 1940, difiere del informe oficial redactado por Pere Ibarra a los pocos días del descubrimiento; en la versión oficial, fue Antonio Maciá, bracero contratado, quien encontró la Dama.​

Después de avisar al capataz, Antonio Galiana Sánchez, esperaron al dueño del terreno, el doctor Manuel Campello, quien ordenó trasladar el busto a su casa en Elche. La noticia del hallazgo de la Reina mora se difundió rápidamente y, para facilitar su contemplación por los vecinos, el doctor la instaló sobre un mueble en uno de los balcones que daba a la calle. Pedro Ibarra Ruiz, arqueólogo y cronista de Elche, redactó un documento el 14 de agosto de 1897, difundió el hallazgo en la prensa local y tomó las primeras fotografías.13​ Hizo llegar alguna de ellas al académico José Ramón Mélida, al director del Museo Arqueológico Nacional, Juan de Dios de la Rada, y al arqueólogo alemán Emil Hübner.

Días después del hallazgo, el arqueólogo y profesor Pierre Paris, de la Universidad de Burdeos, llegó a Elche invitado por Pedro Ibarra para disfrutar de las fiestas de la Asunción. Juntos fueron a casa del doctor Campello para contemplar la pieza y, a continuación, Pierre Paris envió una fotografía al Museo del Louvre en París. Al frente de su Departamento de Antigüedades Orientales se encontraba Léon Heuzey, quien tenía a Edmond Potier como colaborador; ambos vieron la fotografía e iniciaron los trámites para que el museo comprase la escultura. El conservador Léon Paris adelantó el dinero que luego le daría el banquero Noel Bardac, dueño desde ese momento del busto que posteriormente donó al museo.​

Pierre Paris recibió un telegrama en el que le decían que ofreciera entre mil y cuatro mil francos; junto con Pedro Ibarra fueron a casa del doctor Campello y este, en un primer momento, se mostró reticente a deshacerse de la obra pero finalmente decidió venderla por 4000 francos.​ El contrato de venta se firmó el 18 de agosto y la escultura salió de Elche el 30 de agosto hacia Alicante, donde embarcó con destino a Marsella.

Repercusión del hallazgo

Pedro Ibarra había dado fe del descubrimiento a la prensa local, a organismos oficiales y a personalidades científicas. Uno de esos organismos fue el Museo Arqueológico Nacional que, según Ramos Folqués, recibió la noticia el 11 de agosto de 1897 y cuya contestación, en la que no parecía mostrar especial interés por el busto, tuvo lugar el 17 de agosto. Sin embargo, dicha correspondencia no consta en el archivo del Museo por lo que, o bien nunca existió o bien no se ha conservado.​

Una de las primeras personalidades que valoró la pieza fue José Ramón Mélida, quien publicó un artículo en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (1897) y en el Boletín de la Real Academia de la Historia (1897); en él reproducía dos fotografías del busto e interpretaba la pieza como la mitad superior de una escultura completa de mujer y relacionaba sus joyas con las esculturas del Cerro de los Santos.​

En la prensa la repercusión no fue muy grande porque en aquel momento sucedían acontecimientos de gran relevancia, como el asesinato de Cánovas del Castillo el 7 de agosto de 1897 o la guerra de Cuba. El primer diario que difundió la noticia fue La Correspondencia de Alicante, en el que se publicó un artículo de Pedro Ibarra el 8 de agosto de 1897, aunque con fecha de 7 de agosto. Otros diarios que publicaron la noticia fueron La Ilustración Española y Americana, La Ilustración Ibérica y La Ilustración Artística.​

Pedro Ibarra mostró su malestar por la venta de la pieza a través de varios escritos, conocidos como Efemérides Ilicitanas; en ellos dejó claro que no tuvo nada que ver con la venta y que el doctor Campello actuó en cuanto recibió la primera oferta. También varios periódicos se hicieron eco de la venta; el 27 de octubre de 1897, el Heraldo de Madrid publicó una carta de Félix de Montemar a Juan Facundo Riaño en el que le pedía que hiciera lo posible para establecer en España unas leyes que protegiesen el patrimonio y evitasen su salida del país. El 8 de noviembre de 1897, El País publicó una carta de Pedro Ibarra al director del Heraldo de Madrid en la que justificaba la decisión del doctor Campello al no haber recibido ninguna oferta de compra por parte del Museo Arqueológico Nacional.

Wikipedia


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