Aquel jardín era uno de los más nombrados de la Huerta de Alicante, tenía una superficie de unas veintidós cinco tahúllas, más de dos hectáreas actuales. Desde la reja hasta la fachada principal de la casa se accedía a través de una explanada rectangular, formada por una hilera de grandes cipreses que actuaban de barrera natural y que la separaban del jardín situado al este. Al oeste encontramos una tapia de mampostería junto a la casa, que configura un camino que llevaba a los establos.
La fachada principal neoclásica aún conserva la robusta puerta enmarcada por sillares, junto con los ventanales bien ordenados y simétricos. El soportal porticada tiene columnas jónicas que se prolongan como alféizar en la primera planta para configurar la noble terraza. El edificio es de color ocre, con las líneas de imposta, las molduras y el marco de las aberturas en un tono más oscuro. En el interior de la casa se accede a través de un vestíbulo rectangular de grandes dimensiones, dividido por tres arcos rebajados situados en paralelo a la puerta principal. Desde el distribuidor se abran a ambos lados varias antesalas y alcobas. Situada en el fondo del vestíbulo encontramos la escalera, que está iluminada por una linterna central de planta cuadrada. El lucernario se puede ver desde el exterior, se trata del torreón con cubierta con cuatro vertientes de teja curva color verde esmeralda. La luz entra por ventanilla e ilumina el cuerpo central de la casa.
La fachada este tiene una composición similar a la principal, pero adosado al conjunto hay un patio delimitado por una arcada. La arquería conecta con otro cuerpo edificado, sin duda una de las grandes sorpresas de la villa. Se trata de un pequeño teatro o sala de conciertos que disponía de un acceso independiente del de la casa. Un grabado francés del siglo XIX que muestra los jardines, las fachadas y el teatro da fe del esplendor de aquellos tiempos protagonizados por las noches veraniegas, el esparcimiento y la diversión.
La vida en la finca se desarrollaba en cada una de las tres plantas de la casa. La familia ocupaba, como es natural, las estancias situadas al sur. La primera planta acogía las dependencias de convivencia doméstica y social. No es extraño encontrar un imponente salón en una edificación de estas características; lo que resulta menos habitual, sin embargo, es que la mansión disponga de gabinete o sala de grabador y de cartografía, decoradas con pinturas, frescos y litografías. Esto nos da una idea de la sensibilidad y solemnidad de los habitantes de la casa. Además, en esta planta había una pequeña capilla con un retablo y un altar de mármol, las paredes de color crema y el suelo también eran de mármol.
Pero se hace imposible imaginar el día a día en la finca sin las personas dedicadas al servicio. Los criados se encargaban de poner a punto el engranaje de la casa. Complacer los señores implicaba atender sus necesidades domésticas y representativas, con el esfuerzo suplementario que debía conllevar recibir invitados, para los que se habían de condicionar algunas salas de la villa. Una buena parte del trabajo de la casa se llevaba a cabo en el ala norte del edificio, donde estaba la casa del guarda, los establos, almacenes, corrales y cocheras. También en el norte estaba la cocina de grandes dimensiones, a la que se puede acceder por una escalera de servicio. El regimiento de empleados se acomodaba en la tercera planta, donde tenían los dormitorios y las estancias. Hoy ya nadie abrillanta la cristalería de los señores, o pone a punto el ajuar. Los salones no desprenden los olores suculentas de los manjares que salían de la cocina. Ni rastro de los cuidadores de los caballos, jardineros, doncellas o sirvientes. Todos disfrutan de un día eterno de descanso. El conde no está en casa. Tampoco la espera ya nadie
Sabías que ...?
El edificio originariamente fue construido en el siglo XVI, aunque el aspecto actual es consecuencia de las remodelaciones llevadas a cabo a mediados del siglo XVII, y en los siglos XIX y XX. Originariamente se trataba de una finca de explotación agraria, aunque luego se convirtió en una finca de recreo.
Respecto de la propiedad de esta villa se sabe que perteneció a la familia nobiliaria de los condes de Casa Rojas y marqués del Bosque. Los Rojas eran descendientes castellanos del solar de Rojas, en Burgos, aunque esta rama procede de los que se establecieron en Jerez de la Frontera y Cádiz, para pasar más tarde a Alicante y Valencia. José Pedro de Rojas y Recaño se convirtió en el primer conde de Casa Rojas por Real Decreto con fecha 18 de diciembre de 1789.
Por otra parte, la familia Bosque procede de Cocentaina, y antes de Cataluña. Tras destacar en la conquista de Xàtiva, se establecieron en Alicante. El Marquesado de Bosque de Ares fue creado por Carlos II el 28 de febrero de 1689.
Hacia 1924 la propiedad pertenecía al marqués de Algorfa. La denominación de la villa con el sobrenombre de La Paz es asociada al bienestar que se podía respirar tanto en la residencia como en los jardines.
Actualmente la finca es atravesada por la raya que separa los términos municipales de San Juan de Alicante y Mutxamel. El Ayuntamiento de San Juan ha comenzado los trámites para la expropiación del inmueble y su futura conservación.
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